martes, 12 de marzo de 2013

Sometimiento mutuo

“Sométanse unos a otros, por reverencia a Cristo.” (Efesios 5:21)

¡Pablo encabeza su temática sobre la familia en esta carta con esas palabras especificas!
Muchas veces se pasa por alto este versículo y cuando se habla de sometimiento solo pensamos en el deber de las esposas. Sin embargo, toda persona que se relaciona con otra debe someterse voluntariamente a dicha persona.
El sometimiento mutuo es la clave para una vida familiar estable, de respeto y sobre todo, éxito continuo. Nadie quiere vivir en un caos permanente, menos en el hogar. Queremos estar en paz, pero erróneamente suponemos que esa paz es la responsabilidad de las demás personas alrededor nuestro.
Por eso con tanta facilidad en los conflictos matrimoniales un cónyuge le grita al otro lleno de rabia: “Déjame en paz”. Esa expresión denuncia los pensamientos de esa persona, muestra que considera que la paz es el estado de soledad, alejado de los conflictos, y de las personas que los provocan. Quien piensa así no ha entendido que la paz, la estabilidad y la felicidad familiar comienzan por nosotros.
Cada quien es responsable de sus acciones e inclusive de construir un ambiente de paz y armonía en el hogar. Es verdad que si algún miembro de la familia persiste en ser egoísta y exigente, para los demás integrantes de la familia será más difícil construir la armonía familiar, pero aun así no es imposible. Sobre todo en los hogares cristianos, donde todos han conocido al Señor, allí es donde el precepto de Pablo en este versículo se vuelve real.
Los hijos de Dios debemos someternos a los demás no por servilismo, o ni siquiera por temor al qué dirán, lo debemos hacer por amor. El amor a nuestro cónyuge, hijos, padres y familiares debe ser la motivación para deponer nuestras armas y buscar la paz.
¿Cómo hacemos la paz en nuestras relaciones? Cuando lo que hablamos y cómo hablamos, lo que hacemos y cómo lo
hacemos, apunta al bienestar de los demás y no tan solo al nuestro. Eso es esencial, pero sobre todo lo es el entender que el sometimiento mutuo es un acto de reverencia a Cristo.
¿De veras es él nuestro Señor? ¿Es cierto que lo amamos hasta el punto de sacrificarnos por él? ¿Es real nuestra oración que declara que lo obedeceremos hasta las últimas consecuencias? No espere a ser dramáticamente perseguido por su fe, empiece ahora, en la sencillez de las relaciones humanas. Relaciónese con otros de tal manera que al no estar usted presente ellos se queden con el aroma de sus acciones y no con el mal olor de su recuerdo.
Familia de la fe, hagámonos un favor nosotros mismos, renunciemos a nuestro egocentrismo y amor propio desproporcionado, y sometámonos los unos a los otros. Al final nos estaremos sometiendo al mismo Cristo.
¿Cuántos se apuntan para vivir este estilo de vida?